Historia resumida de los himnos cristianos más famosos
Cuán grande es Él.- Un soleado día en 1885 el pastor y senador sueco, Carl Boberg, regresaba de una reunión. Se encontraba caminando por el campo cuando súbitamente fue alcanzado por una tormenta veraniega. Al refugiarse entre unos árboles mientras escampara. Boberg, reflexionó en la grandeza de Dios, y así nació “Cuán grande es Él”.
Fue traducido al alemán en 1907 y luego llevado a Rusia en 1912, 5 años antes de la Revolución. Un misionero inglés, Stuart K. Hine, lo aprendió en ruso y lo tradujo, agregando la cuarta estrofa en 1948, y luego fue traducido al español en 1958, por un argentino.
La primera y tercera estrofas se basan en el himno original de Boberg, la 2ª nació es Rusia, y la 4ª en Inglaterra. A través de 70 años y 5 idiomas nos ha llegado este majestuoso himno que une los corazones del pueblo de Dios, sin fronteras, para alabar al Creador Omnipotente.
Hay un Canto Nuevo en mi Ser.- Sin sospechar que estaban en víspera de una tragedia, el joven predicador llegó con su familia a la casa de sus suegros, pues iba a predicar en una campaña evangelística en ese pueblo. La reunión familiar fue gozosa y sus hijos jugaron felices con sus abuelos.
En la noche todos se acostaron cansados. Más tarde un vecino se despertó y vio la casa envuelta en llamas. Corrió al rescate, pero sólo salieron con vida el padre con los abuelos. Pese a los esfuerzos, la madre con sus tres hijos murieron asfixiados. El viudo Luther Bridgers, no pudo comprender tan terrible pena, pero se afianzó en las promesas de Dios en la Biblia. El Señor le dio un cántico en la noche oscura de su duelo y la verdad del salmo 42 se refleja en el himno “Hay un canto nuevo en mi ser.” Además de escribir varios himnos, Bridgers también le sirvió al Señor como misionero en Bélgica, Checoslovaquia y Rusia.
Grato es decir la historia.- La autora de este conocido himno es Catherin Hankey, hija de un acaudalado banquero inglés. Desde temprana edad ella demostró un celo por compartir las Buenas Nuevas. Llegó a organizar clases de escuela dominical en varios barrios de Londres, tanto para gente obrera como para personas de alta posición social. Un viaje al continente africano despertó en ella un gran amor por la obra misionera. A los 30 años de edad se enfermó gravemente, y durante su recuperación escribió un largo poema sobre la vida de Cristo. Su profundo amor por el mensaje de la Biblia se refleja en el himno que surgió de dicho poema: “Grato es decir la historia”.
Que mi vida entera esté.- Hija de una distinguida familia inglesa, Frances Harvergal usó sus talentos como lingüista, poetisa y compositora para la gloria del Señor. Se deleitaba en la oración, la adoración a Dios y la lectura de la Biblia. A temprana edad sabía de memoria los salmos, los libros de los profetas menores, Isaías y casi todo el Nuevo Testamento.
Compuso varios bellos himnos como “Mi vida di” y “Que mi vida”. Este último fue escrito durante una vigilia de oración y alabanza cuando se regocijaba por la conversión de unos amigos. Más tarde añadió otra estrofa, expresando el amor que sentía por el Señor al ofrendar 50 de sus 52 atesoradas joyas para llenar una necesidad en la obra misionera. La estrofa dice: “Toma tú mi amor que hoy a tus pies vengo a poner; toma todo lo que soy”. Para Frances, el dar su corazón a Dios incluida la entrega gozosa de sus pies, manos, voz, tiempo y voluntad de su vida entera.
Santo, Santo, Santo.- Se ha dicho que es el himno más hermoso y majestuoso de todos los tiempos y que hasta en el cielo se seguirá cantando. Por cierto, los cuatro seres descritos en Apocalipsis 4:8 permanentemente pronuncian: “Santo, Santo, Santo”.
El nombre de la tonada viene del Concilio de Nicea, donde 318 delegados se reunieron en el año 325 para afirmar la sublime verdad revelada en la Biblia, que Dios existe en tres personas. Los delegados en su mayoría habían sido torturados por su fe en Cristo. El credo que redactaron permanece como un baluarte de esta doctrina fundamental. El autor del himno, Reginaldo Heber, misionero inglés, murió sirviendo al Señor en la India. A las voces de estos hombres convencidos y valientes, unamos las nuestras cantando “¡Santo!, ¡Santo!, ¡ Santo!".
A solas al huerto yo voy.- El fotógrafo, Agustín Miles, relató: La Biblia se abrió a mi pasaje favorito, Juan 20: el encuentro de Jesús y María Magdalena. Allí en el huerto, aquel domingo de la resurrección, ella cayó de rodillas ante el Señor. Mientras yo leía sentí como si hubiese estado presente en aquel jardín. La porción le hizo tal impacto a Miles, que pronto comenzó a escribir una poesía. Luego le agregó música con la misma facilidad. La experiencia de adoración y comunión se repite a diario en la vida de toda persona que conoce al Cristo resucitado. También podemos “oír su voz” diciéndonos que somos suyos. Esa comunicación nos llega por medio de la Palabra escrita de Dios, la cual nos llena de paz.
Sublime Gracia.- El autor de este himno sabia de qué escribía. Solo la gracia divina lo pudo cambiar de un hombre duro y degenerado a un siervo útil de Dios. John Newton perdió a su madre piadosa cuando era niño y no siguió su ejemplo de fe. Comenzó una vida de marinero a los once años, y con el tiempo, se dedicó a transportar esclavos del África. Cayó en una situación desesperante debido a los vicios, y en varias ocasiones Dios le libró milagrosamente de peligros. A pesar de ello, Newton seguía resistiendo el llamado del Señor. Por fin, después de casi naufragar en una tempestad, se convirtió y su vida cambió radicalmente. Llegó a ser pastor, y escribió este himno como testimonio de la asombrosa gracia de Dios demostrada en su vida.
Loores dad a Cristo el Rey.- En la India un pastor viajaba en cierta ocasión para predicar por primera vez a una tribu indígena. ¡Cuál no sería su asombro al encontrarse de repente rodeado por guerreros que le apuntaban con sus flechas y lanzas! No sabiendo más qué hacer, abrió el estuche de su violín y comenzó a tocar y cantar “Loores dad a Cristo el Rey”. Al cantar la cuarta estrofa, Robert Scott se dio cuenta que los guerreros habían bajado sus peligrosas armas y se acercaban amistosamente. Le recibieron en la tribu donde pronto aceptaron también el mensaje de salvación. Tienen así derecho de estar un día“ con los que estarán del trono en derredor”, de todas naciones , tribus, pueblos, y lenguas, cantando por la eternidad a Cristo el Salvador.
Yo cantaré de mi Jesucristo.- El famoso músico Philip Bliss viajaba en ferrocarril hacia Chicago con su esposa en el frío invierno de 1876. De repente, al pasar sobre un puente, éste se desplomó y arrojó a los pasajeros al abismo. Bliss logró escaparse por una ventana, pero retornó al carro que ya se consumía por el fuego, para rescatar a su señora. Ambos perecieron, junto con otras 100 personas. En el viaje él había escrito el himno “Yo cantaré de mi Jesucristo” y fue hallado entre los escombros. A los 38 años escribió este último himno, muy usado en las campañas evangelistas de ese entonces; pero su mensaje ha tocado miles de corazones durante más de un siglo.
Historia resumida de los himnos cristianos más famosos
Reviewed by Red Cristiana
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5:31 p.m.
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